-Vamos!- le dije –Tantas veces jugamos a ser como papá!!- pero él observaba el calmo entorno, mi amado hermano mayor, y sé que dudó por unos segundos de lo que debía hacer. Le juré que me retiraría de sus asuntos y que dejaría de fastidiar y llevar la contra.
-Mira, tu bien sabes lo que se escribió…-
-Eso…- le interrumpí- …se hiso para los tontos de allí abajo- y entonces, intenté impresionarlo desde la montaña, acercando al mundo, como si jalara un extremo de un mantel sobre la mesa y los utensilios se apilaran antes de caer…
-Caro hermano mío, Esto es muestra de mi promesa de no entrometerme más. Te doy todo lo que me pertenece, los reinos y naciones del mundo, si me rindes un acto de adoración.- y lo observé a sus tristes y hermosos ojos cargados de la añoranza de los primeros días.
-Sabes mi respuesta, Jael- me contestó –Qué quieres probar?-
-Que el estúpido orgullo no es solo mío, Nazéht- mascullé entre dientes, pero él comenzó a descender de la montaña, moviendo en negación su cabeza y exclamando:
-Cuando arreglaran sus diferencias. Oh, cuando…-
