Pain of Salvation

He caminado en este camino desde ya hace muchos años…



…he gastado todas mis lágrimas



…he dejado muchas cruces atrás.



Quizás esta vez es suficiente. Llévame a casa!


viernes, 29 de mayo de 2009

Otro Ángel que regresa...

Jueves 28
8:45 pm


A los pocos minutos de haberme levantado en la mañana, recibo un mensaje de texto que decía: “El nono murió”; sin más explicación que esa…
“Al fin”, pensé; “…ya nadie sufrirá”.

Angelindo Segato, el nono, como le decíamos, o el tano, como lo llamaba el resto, se dio a conocer como un buen hombre, humilde, trabajador, duro y sabio. Un “roble”, como quien dice; un verdadero “súper-hombre” del que hablaba Gurdjieff en sus escritos…
Él no solo “construyó” su alma de manera firme, sino que hizo que muchos construyeran la suya. Muchos le debemos la vida en cierta forma…

“Duro como una roca”…que fue quebrada por una maldita “infección intrahospitalaria”, y que lo tumbó quitándole las energías, y antes de que lo venciera, él decidió ascender a otro estado de conciencia…
Él ya no estaba aquí. Lo único que mantenía su cuerpo funcionando era un marca-paso.

No quiero de esto hacer un análisis filosófico, ni espiritual. Cada uno lo llorará, lo recordará, y se reirán, según le parezca, y darán su explicación de creencias….

Me gustaría compartir una anécdota….

Como todo buen italiano de raza, tenía su huerta con gallinas y conejos, a la sombra de su viña y árboles frutales. Y entre sus tantas habilidades estaba la de hacer excelentes vinos, sabrosos licores, y una buena grapa. Oficio que aprendió de pequeño en su bella Italia…
A escondida de “la ley ceca” de aquel entonces, el pequeño Angelindo (de no más de 12 años) junto con otros “bambinos”, tenían alambiques secretos en medio del bosque, para luego comerciar la “bebida prohibida”. En caso de ser agarrados, no tenían más pena por ser menores que unas nalgadas, pero que no era un impedimento para seguir con “sus negocios”.

Con los años, si bien no se dedico al comercio clandestino del alcohol (porque de niños era una travesura, de grande un delito), sus bebidas mejoraron y se fueron refinando.
Aquí, en el pueblo, cuando alguien hablaba del vino de Don Angelindo era sinónimo de “lo mejor”. Y si Don Angelindo te daba una botella de su cosecha significaba que estaba dándote el corazón, y que te aceptaba entre los suyos.

No hace muchos años atrás fui a su bodega para buscar una botella de “vino especial” para agasajar a una persona.
Era una hermosa mañana de invierno, con un sol cálido que apenas se filtraba en los oscuros recintos en donde se estacionaban sus bebidas.
Con su amable sonrisa y sus pequeños y honestos ojos claros, me dijo en su tono italiano: -…y que vino buscas?-
-Mmm…algún tinto- dije -…que me recomienda?-
Me sonrió con picardía, y tras agarrar dos copas, un baso, y un bidón de agua, me hizo seguirlo. Nos detuvimos frente a un barril del cual llenó media copa de un vino casi sangre, y me lo ofreció. Lo tomé; jugué con la bebida en mi boca sintiendo su cuerpo y sus matices, y luego de tragarlo, aspiré una bocanada de aire que resaltó los años de la uva, con un ligero toque del estacionamiento de la madera. El vino era de lo mejor que probé.
-Uff…Esto está mejor que el sudor de Dios!!- dije recordando la frase de Bart Simpson.
-A ver que te parece este otro- me dijo llevándome frente a otro tonel. Enjuagué mi boca con agua y tomé de esa nueva copa…Otro excelente vino!!

Así transcurrió la mañana, probando vinos, que a esa altura ya había perdido la cuenta y la noción de cual vino era cual. El tano tenía los ojos cristalinos y una gran sonrisa, y supuse que mi rostro, acalorado, estaba igual.
Elegí al azar un barril, y llenamos unas botellas con su contenido. Por si fuera poco, antes de irme, me dio a probar su nueva grapa y me regaló una botella de la misma.

Al salir al sol del mediodía, mis ojos se cerraron. La luz era extremadamente fuerte, o así me parecía. Me despedí de Don Angelindo con un buen apretón de manos. Cuando quise subir a mi bicicleta me di cuenta que iba a ser una empresa imposible… Cuanto había tomado? No se, pero me sentía feliz y en paz. Regresé a mi casa caminando con los ojos cerrados. Por suerte solo eran tres cuadras. Al llegar me recosté con agradables pensamientos, y poco a poco, me fui quedando dormido…

Me desperté al atardecer riéndome de mi mismo.

Días después, el vino escogido había llegado a destino, y no tardaron en llamarme para elogiarlo: “Jamás probé algo tan bueno”. Y viniendo de alguien de El Club del Vino era más que un cumplido.

Desde esta mañana que pienso en Don Angelindo, el nono…

No estoy triste, aunque una lágrima se me escapa de vez en cuando…

El día fue hermoso y se despidió con un rojizo cielo lleno de recuerdos…




“Otro ángel que regresa…” me dije, pensando también en Miguel Ángel Crudo, y agregué: “Al menos habrá otra buena esencia para recibirnos cuando decidamos irnos…”, y agarré “Love Cannot Bear” de Robert Fripp de mi discoteca, y en silencio se lo dediqué…


Juiahnn