Pain of Salvation

He caminado en este camino desde ya hace muchos años…



…he gastado todas mis lágrimas



…he dejado muchas cruces atrás.



Quizás esta vez es suficiente. Llévame a casa!


lunes, 29 de junio de 2009

Un buen principio de invierno.

En la madrugada sentía el viento golpear fuertemente la ventana. El tejado lo cortaba. Estaba muy oscuro… Recordé por unos segundos el pronostico: “Fuertes vientos del sector sur y posibilidad de tormentas”… Seguí durmiendo.

Tuve un buen despertar, con vestigios de otros mundos, mi hogar, y desayuné bien acompañado. Afuera, llovía. Un rato más en la cama no me haría mal…

Sigue lloviendo y el café de media mañana perfuma la cabaña.

Lunes, principio de semana y comienza la actividad del dojo. Cual será el koan para cada discípulo?

Durante la semana pasada aproveché lo que yo llamo “el verano escandinavo”. Días soleados y bien fríos. Un deleite!! Después del almuerzo salía a caminar por el pueblo y el bosque, a veces en silencio y otras escuchando música. Esos días opté por recordar mi sangre escuchando la discografía de Lumsk.

Llegó el sábado, y como había prometido, fui a visitar a la familia de unas discípulas. La mañana era invernal y cálida. Caminé sin apuros entre la arboleda pero llegué puntual. Linkita me dio la bienvenida con una alegre sonrisa: “Sensei!!” me dijo mientras caminaba hacia mi llevando unas pantuflas “garras” de peluche. En la puerta, Haroku me abrazó contenta; ella llevaba puestas unas pantuflas similares.
La casa me llenó de buena energía. Era sencilla, bohemia y llena de magia. Me recordaba a las viejas estancias, pero su interior tenía un aire a esas cafeterías literarias de Paris, sobre todo por un rincón muy calido en donde estaba el hogar (chimenea), una fuerte mesa de madera oscura y una lámpara de pié. Las paredes estaban decoradas con “decupage” y afiches de películas. La mamá de las chicas me saludó con gran afecto y se puso a preparar unos tés. Su rostro, bellamente luminoso, daba paz a la casa, y a su paso dejaba una estela ambarina de energía. Apareció el padre de las chicas; un hombre afable, honesto y con el temple de los hombres de antes. El círculo se cerró cuando de las habitaciones salieron el resto de la familia: un niño con una fuerte energía (aunque con una cara de pícaro que lo vendía) y una hermosa niña somnolienta. Hacía tiempo que no me sentía tan cómodo como huésped… me recordó mucho al ambiente que se hacía en “La Cafetería de la Abuela” en las fronteras de Tesareg cuando estábamos patrullando esas tierras en épocas del conflicto territorial con la Confederación. A mi mente llegó el recuerdo de Jakaru, Poler, Shiva, Panix, Deewi y Pemeda…

Mientras teníamos de fondo la música del DVD del concierto “Crossroad”, la charla familiar era variada, interesante y amena. Lamentablemente yo tenía compromisos al mediodía y el tiempo pasó volando. Hable por unos minutos más con Linkita y Haroku sobre como repartir la energía en su cuarto. Regresé a mi hogar con una agradable sensación y con la promesa de volver.

La tarde había caído y a las 7 en punto (con su puntualidad zen) llegó de visita mi buen discípulo Jay-Sam (del cual hablo en http://juiahnn.blogspot.com/2009/05/un-dia-en-mi-vida-de-sensei.html). Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, y realmente extrañaba su compañía. Esta vez optamos por el café molido italiano en lugar de la clásica malta o los litros de té verde. Como los viejos tiempos, como cuando él era un “pequeño saltamontes”, enchufamos las guitarras, y en total estado zen nos pusimos a tocar. Amé oírlo tocar. Jay mantenía su esencia, pero con su sonido pulido en el trabajo de la técnica sutil y las emociones sonoras. Realmente podía ponerlo a prueba y me enorgullecía verlo salir airoso. Arreglamos para que se juntara a la “jam” de los domingos junto a Joseph, Ova, y mi otro gran discípulo y amigo Marian.

El día estaba gris, pero dentro de la cabaña de Yoga de Joseph uno parecía olvidar que fue un día fastidioso de votación (no por el deber cívico, sino por el peligro que había con la gripe). A eso de las 6 de la tarde y ya con una vuelta de café, té y matecocido empezamos la jam. No se si está bien que yo lo diga, pero es mi orgullo de sensei: Hacía tiempo que no oía tal calidad musical. Éramos tres guitarras desplegando su arte en servicio de la canción. Tres sonidos diferentes. Tres voces diferentes. Tres personas diferentes pero con un mismo espíritu: La Guitarra Zen!!! Nadie se pisaba, entretejíamos nuestros solos y arreglos, nos apoyábamos unos a los otros. Y por primera vez tenía tocando a mis lados juntos, no solo a dos de mis mejores discípulos, sino que a buenos amigos. Jay y Marian, aunque no se miraran directamente, parecían entenderse. Supongo que fue algo especial para ellos. Cada uno oyó hablar mucho del otro, y ahí estaban por primera vez juntos. Ninguno de los dos hizo exhibicionismo ni gimnasia sonora, pero sus solos desplegaban tal madures y sensibilidad melódica que hasta al mas eximio técnico le sería un desafío emular ese feeling. Pero que hay de Ova y Joseph? Ellos eran el fundamento de la construcción sonora. Ova mantenía el tiempo implacablemente y entretejía sus bases con un buen sentido del groove. En alguna ocasión nos regalo un jazzero solo. Joseph, aun cansado por un largo viaje, estuvo a la altura de la ocasión, y a pesar que no hizo solos, fue de sus mejores performanses. Tocó muy suelto y con un sutil virtuosismo, llenando de arreglos y pasajes cada canción. Pareciera que el entrenamiento con los teclados vintage lo pulieron de manera notable.
En algunas ocasiones, yo dejaba de tocar, y me ponía como un observador y oía a cada uno de ellos y luego el resultado en conjunto, y si que era una “banda a la cual yo iría a ver”… y los que me conocen saben lo quisquilloso que soy con respecto a la calidad musical, ja ja ja!!
Regresé a casa cansado y un poco dolorido por el trajín de la semana, pero un baño reparador y una buena noche hizo que hoy me levantara fuerte como siempre.

Afuera sigue lloviendo. Los discípulos llegarán en cualquier momento. En el aire, el aroma a café y sándalo se entreteje con las melodías de Keith Emerson y Marc Bonilla interpretando una pieza de “Estancia Suite” de Ginastera. El teléfono suena y es mi querida discípula que me habla desde el otro lado del océano a 14 mil Km de distancia. Su risa me lleva a mi “hogar”…

Es un buen principio de semana, un buen principio de invierno…

Juiahnn.